
5 millones de parados. Bueno, seamos exactos, 4 millones 300 y pico mil. Más la gente que está haciendo cursos. Entre 4 millones 800 y 5. Más del 10% de la población total (no ya más del 20% de la población activa). Intentaré hablar desapasionadamente; ya que soy parte implicada.
Nos encontramos ante un hecho sin parangón en las economías occidentales. La destrucción de tal número de puestos de trabajo en un tiempo record, más de 3 millones de parados (de 1.8 a 5), es claramente irrecuperable. Lo diga quien lo diga. Y más en el corto plazo, que es lo que los parados desearíamos. Y también los trabajadores porque, si no disminuye el paro, las pensiones de jubilación desaparecerán y no simplemente se retrasará la edad de jubilación o se congelará el nivel retributivo.
El gran problema del que hay que hablar es la destrucción del tejido empresarial. ¿Cuántas empresas han desparecido o han reducido su dimensión para destruir tal número de empleos? ¿En realidad alguien cree que esas empresas se volverán a crear? Y, ¿las que se han reducido, acabarán cerrando o se redimensionarán aún más (a menos) o, por el contrario, crecerán? No, amigos. No hay solución en este país, con las actuales estructuras partitocráticas, con la clase política distanciada de la realidad social cotidiana y unos sindicatos y empresarios anquilosados estructuralmente en las bases del franquismo (tanto la confederación empresarial como los herederos del sindicato vertical). Hay que abordar los problemas.
El primero es porque no se crean empresas. Punto uno, no es fácil elegir que negocio. No somos un país de I+D+i por mucho que lo diga ZP. Las empresas que pueden invertir en ello son los grandes monstruos. Nosotros, por mucha mentalidad emprendedora, no podemos. Porque nadie nos da dinero para invertirlo y porque no lo tenemos en el bolsillo. Una vez elegido, que no queda otra que dedicarse al sector servicios (la industria requiere una inversión brutal con un retorno de capital dudoso y, desde luego, tardío), la cuestión es montar una empresa. Bien. Trabas. Primero la burocracia, no creáis que es sencillo, lo he estado mirando. Se ha promulgado una Ley para crear empresas en 24 horas. Imposible. Sobre el papel del BOE, bien. La realidad nos dice que no. Así que acabas optando por ser autónomo (te compras una furgo y haces portes; eres pintor, o fontanero, o albañil, o...) y te dedicas a trabajar para particulares... Claro. Si no, te fríen a impuestos, un 18% de IVA (que volverá a subir si esto sigue así). mal vamos, claro, fomentan directamente la economía sumergida. Como vemos, estas empresas no crean empleo propiamente dicho, sino autoempleo. Al final es lo que buscamos la mayoría, ser nuestro propio jefe (y más los que hemos acabado quemados de tanto trabajar para vernos fuera del mercado laboral. Sí, digo fuera).
Dos, los empresarios. Tanto cacarear que hay que reformar el mercado laboral. Lo único que se lleva a cabo es acordar que los despidos se compensen con importes menores a los que se hace actualmente. Que claro, con 45 días de indemnización por despido no hay manera de contratar a nadie. Hala, ya tenemos 20 días. ¿Y? Pues que sigue aumentando el paro. ¿Por qué? Pues porque cuando contratas a alguien es porque lo necesitas, no mirando su "cláusula de rescisión". Es más, el despido se pone más fácil; ya que es a menor coste. Los efectos de ello no se verán de manera inmediata y, por contra, los efectos del incremento en las contrataciones si deberían haberse notado.
Tres, los sindicatos. Herederos del antiguo sindicalismo vertical franquista, debería reflexionar hacia donde van. Mantenidos por el Gobierno no pueden morder la mano que les da de comer. Pero si que deberían romper su nudo gordiano y replantearse su futuro: la negociación colectiva. La desaparición de la misma quitaría el sentido a la existencia sindical (al menos, tal y como la conocemos). Sin embargo, daría paso a situaciones positivas como la alemana: intentar generar un pacto de Estado en el cual el trabajo, en épocas de crisis, se reparte entre todos. En lugar de echar a 30 en una plantilla de 100, se reparte el trabajo entre todos, reduciendo número de horas y bajando el sueldo en la proporción que deba ser. En este país lo veo difícil; pero, al menos, todos trabajaríamos, todos tendríamos dinero para gastar y podríamos consumir para que se produzca más por el tirón de la demanda y se favorezca la creación de empleo. Claro que esto es más asumible en un país capaz de levantarse de dos guerras sangrientas y sangrantes, haber subvencionado la UE, haber absorbido la RDA y haber acabado de pagar el año pasado el castigo económico del Tratado de Versalles, como culpable de la 1ª GM (uno de los motivos de la 2ª GM y del cual más adelante espero hablaros). En el país de la envidia y la insolidaridad no lo veo tan fácil.
Cuatro, el Gobierno. Dice un listillo (creo que un Secretario de Estado) que los españoles tenemos demasiado patrimonio, que ahorramos mucho, que lo que hay que hacer es gastar, consumir. Vamos, que lo malo es tener el poco dinero que quien haya podido ahorrar tenga en el banco (a un pírrico interés) o haberse comprado un hogar donde caer muerto cuando no tenga pensión de la cual vivir. Pues vale, por usted mismo se califica, caballerete.
Y eso, el Gobierno. Basta ya de conducción temeraria. Se negó la crisis en 2008, se reconoció a finales de 2009, no se han tomado "medidas" hasta finales de 2010. Las "medidas" que se toman son muy efectivas: bajar la velocidad a 110 kms/h (gastando para ello un dinero que nunca sabremos cual será el total y con vocación claramente recaudatoria en forma de multas por exceso de velocidad), apagar las farolas de las carreteras (no, ahora una si una no; no ahora iluminación efectiva; no, ahora por leds; no, ahora... todo, claro está con unas inversiones que a ver cuanto tiempo tardan en amortizarse). A volantazo limpio van las medidas. Conducción temeraria pura y dura.
No digo nada más, por ahora. Me voy a entrenar un rato, que falta me hace. Se despide de vosotros un parado entre los cinco millones, que sella su cartilla el día 16.