jueves, 27 de marzo de 2014

MARATONA DI ROMA 2014



IN BOCCA AL LUPO




Hace ya bastantes meses tomé la decisión de retomar mi actividad maratoniana en Roma 2014. Lo hice con tiempo suficiente para poder preparar con cierta solvencia la prueba. Es más, en un #runandbravas se propuso el tema de correr un maratón, comenté que iba a Roma y se animaron unos cuantos valientes (más algún otro que se tuvo que quedar en el camino y a quienes echamos de menos en la aventura).El hacer un maratón acompañado es una buena fuente de motivación y garantiza llevar una decente preparación previa. Pero nada más lejos de la realidad. Este cansancio eterno, compañero inseparable de fatigas en el último año, no me abandona. Así que, dudando hasta el último instante, con una bolsita exigua de kilómetros a ritmos paupérrimos (el cuerpo no da para más) me decidí a afrontar el reto.

Triscaidecafobia. Fobia al número 13. Tiene su origen en la mitología nórdica precristiana. El mito dice que en un banquete en el Valhalla fueron invitados doce dioses. Loki, el espíritu de la ira, del engaño y del mal que no estaba invitado, se coló, sumando a trece presentes. Loki elaboró una estratagema para matar a su hermano Baldr, segundo hijo y predilecto de Odín, el más venerado por los hombres, el de mejores cualidades físicas y un sabio y de quien estaba celoso al ser indestructible ante todos los materiales. Con malas artes, Loki adivinó que Baldr podía ser dañado por un material, el muérdago. Se hizo con él y consiguió darle muerte a través de un tercero vía flecha impregnada con muérdago. Hay varias versiones sobre la muerte pero esta es la más extendida. Hay, En eso que llamamos actualizaciones, se ha homologado posteriormente con el número de 13 asistentes a la última Cena o con el Arcano número XIII del Tarot, La Muerte. También el código de Hammurabi se salta la  norma 13, al ser considerado de mala suerte.

No soy estrictamente supersticioso pero si de costumbres o pequeños ritos, más bien relacionados con algún objeto de “buena suerte” que mi testarudez empuja a seguir manteniendo a pesar de su evidente falta de efectividad. Un día, cuando era un pequeño, mis padres hicieron un esfuerzo importante en comprarme una camiseta de fútbol de algodón, de aquellas de los años 70. Color azul marino de manga larga. Me gustaba el número 13. De tal manera que recorté de una vieja sábana un 1 y un 3, los pinté con rotulador negro y los cosí a la espalda. Aquél frío sábado de invierno, quedé temprano con mis compis de clase para ir al cole, tocaba partido de fútbol. De camino, un gato negro se cruzó en mi camino y pasé bajo una escalera. Comenzó el partido. Primera jugada, balonazo en todos los morros de uno de aquellos globos naranjas marca Kaplan. Me reventó la nariz. Evidentemente lo achaqué a la suma del 13 más el gato más la escalera. Con el tiempo, lo del gato y lo del 13 lo llevo muy bien, pero lo de la escalera no lo llevo. Éste, tras mucho resistirse, era mi maratón número 13.

El exorcismo que debía llevar a cabo no era enterrar supersticiones sino que era volver a enfrentarme a 42 kms. Y volver a coger confianza en seguir con la actividad física, cuando en realidad lo difícil es ponerme las zapatillas porque salir a correr a diario es un auténtico sufrimiento. Desde luego, esta situación era la más adecuada por el contexto: sufrir un Vía Crucis. Y más después de la mala sensación (no muscular sino de una cierta incomodidad cardiovascular) con la que acabé el Maratest y que un electro "express" se encargó de disipar.

Podría escribir un post interminable. En Roma hay mucho que ver y de lo que hablar. Intentaré ser todo lo conciso que pueda. Salimos desde Barajas el jueves tempranito Elena, Jorge y yo. Llegamos al “hotel”. No era más que un piso con habitaciones acondicionadas a modo de hotel (parece ser bastante usual en Roma) pero con habitación limpia, decente, baño propio, televisión y wifi. El desayuno, en una cafetería en la calle. Pero…por 20 euros PAX creo que no podía esperar el Waldorf Astoria. El camino ya sirvió para comprobar que el tráfico en Roma es una aventura. No se conduce mal sino peor, y el respeto a los peatones es cero. Si tienes confianza en que los coches paren ante un paso de cebra, estás equivocado. Debes lanzarte o no paran. Y ello no es garantía de que lo hagan… Incluso tengo la anécdota de un autobús pitándome mientras cruzaba un paso de cebra para que me diese prisa!!!
No sé si lo he dicho o lo repetiré pero Roma como ciudad me ha decepcionado un poco. Me ha parecido muy abandonada: todo en obras, el cuidado de las vías inexistente, agujeros en las aceras y el asfalto, mucha suciedad,...  La parte monumental con gran parte de los edificios envueltos en andamiajes... Pero hay mucho que ver y muy bonito. Por ello es aconsejable ir con tiempo, sin niños y listo para un palizón de andar. Poco aconsejable plan para antes de un maratón pero...nunca escarmiento!!

Buscando un sitio para comer encontramos un restaurante local, Andrea. Vimos que estaba lleno de locales comiendo, así que pensamos que lo mejor es ir a un lugar frecuentado por locales porque había posibilidades de comer bien. Repetimos dos veces más en posteriores ocasiones. El aceite de guindillas no picaba…quemaba. La gastronomía es la esperada, ensaladas variadas, siempre la pasta al dente y las pizzas de base fina pero crujientes y rígidas, no lo que tenemos por aquí. especial descubrimiento: la pizza de patata, la cual habrá que experimentar hasta alcanzar maestría culinaria en ella.

Mientras la family hacía la siesta, fui a por el dorsal. Empezamos con las críticas: sería conveniente señalizar la zona desde la salida del metro. No es complicado y existen tecnologías; pero aún quedamos aquellos fieles a la precisión de la raza humana, capaces de preguntar a lugareños una ubicación, hacerles  caso y…evidentemente perderse por seguir instrucciones erróneas.La feria no está mal en su ubicación. No está lejos del metro, en el exterior de la Ciudad (penúltima parada de la línea de  metro). Sin embargo un poco laberíntica y haciendo seguir un flujo que obligaba a pasar por los stands de maratones y saliendo con un kilo de papel para remitir a Carlos Utrilla. No me gustó ese “pasa por donde yo te llevo”, prefiero hacerla libre. 
La feria es completa, no había exceso de tiendas vendiendo productos y las grandes marcas estaban presentes con sus últimas novedades. Cuando fui había muy poca gente y no tuve que guardar cola. La bolsa: una mochila (de uso obligatorio como ropero el día de carrera), una camiseta NB, un kilo de folletos y un paquete de espaguetis. Suficiente.

 El chip, integrado en el dorsal, el cual era de gran calidad, personalizado y que es el primero el cual llega a meta intacto, a pesar de toda el agua que les cayó encima. Como me perdí para llegar a la feria y quería llegar regresar me pegué una buena paliza. Nos preparamos y fuimos ya de turismo, Coliseo, Pirámide, Fontana di Trevi. A cenar y a dormir.

Por la mañana siguiente siguió el trote: Plaza España, Trinidad del Monte, Panteón, Plaza Navona y de nuevo a Fontana di Trevi. El pobre Jorge aguanta sin rechistar (demasiado) las palizas de andar así que hay que llevarle a la fuente de la monedita y los deseos para que cargue baterías. Comida en Andrea, a la cual se incorpora Juan y siesta. Ya por la tarde más paseo, Bocca de la Veritá, Ponte Rotto, mini incursión al Trastevere para regresar. Sinagoga, Fuente de las Tortugas, Campo di Fiore,… otra palicilla a andar. Aquí ya se nos unió Pepe para cenar. A dormir.








 Por la mañana, Museos vaticanos. 3 horas de admirar las bellezas del arte que el hombre crea para disfrute de la raza humana y que está en manos de unos poquitos… Muchas fotos y algún “selfy” impagable.





 
Después se nos unieron Elena y Jorge, más tarde Gerardo y por último David, acompañado, para comer. Después siesta y, mientras Pepe iba a la feria, preparar los trastos para la cena en Andrea.







 


Se incorporaron Alberto y Jen (a David ya no le veríamos más). Aquí los valientes se atrevieron a probar un poco de aceite de guindillas y una sobrasada picante que hizo las delicias de los comensales…



  



Al día siguiente nos dirigimos a la salida. El cielo está gris y chispea. Ahora para. Vuelve a chispear. Nada grave. La organización de la salida es excelente. Criticaría la falta de señalización en los camiones-ropero, debería ser previa en el folleto ya que son muchos metros y la hora de aglomeración hace complicada la logística. Pero sin colas para dejarla, guardada en el interior del camión colocada en ganchos de manera ordenada, el camión con los intervalos de dorsales bien visible e identificado…

El acceso a los cajones no es lateral. Se accede desde el final por tres pasillos. Cada uno desemboca en la zona y están separados por miembros del ejército, hombro con hombro. Empieza a llover. Fuerte. Más. Aguacero. Se estropea la megafonía mientras nos helamos bajo el agua. Ohhh. Para de llover. La gente aplaude. Vuelve la megafonía a falta de dos minutos. Se sale con 10 minutos de retraso. A las 9 h cuando se anunció a las 8:50.

La salida es espectacular mientras suena “The Final Countdown” de Europe. Con el Coliseo a nuestras espaldas, caminamos por la Vía de los Foros Imperiales pisando cientos de plásticos. Hay una pequeña retención a 200 metros de la salida, la gente no quiere pisar los charcos (muchos) que hay en el adoquinado. Para mi desagradable sorpresa, encontré en Roma una ciudad sucia, desvencijada, con sabor a crisis y decadencia. Todo en obras, todo viejo, agujeros en el asfalto, el metro sucio, los trenes y tranvías tenían décadas... Desde luego, si nos encontrásemos ese nivel aquí, quemábamos a los políticos.

El recorrido es espectacular y discurre siempre muy próximo al Tíber. A veces cruzando de orilla a orilla, sobre todo en los primeros kilómetros. Poco asfalto y alguna que otra rampa sin inquietar. Los avituallamientos bien, generosos en efectivos, largos (agua e isotónico y , a medida que avanzaban los kilómetros fruta y galletas, sin geles) y entre avituallamientos, esponjas. Hay que ir con cuidado con los adoquines, vista en el suelo.

Llegamos a Plaza San Pedro en el km 18 por la avenida de la Conciliación. Hay numeroso público en casi todo el recorrido, sin llegar a ser un gentío. Pero el que hay, salpicado por todo el recorrido es muy animoso. No faltan gritos de “Forza, sei bravi” y aplausos de gente anónima que nada tiene que ver con la carrera. Mucha animación de orquestas, sobre todo militares, al principio. Desde media carrera hacia el final, ya animadores con música y micrófono en ristre. La segunda mitad es de perfil mucho más amable salvo dos repechitos (km 28 y 35) y el repecho serio del km 40.

Hay zonas espectaculares. Particularmente la que más me gustó fue desde Plaza Navona, pasando junto a las terrazas, tipo Almansa,  hasta Plaza Venecia, girar por la Vía del Corso vallada y llena de público hasta la Plaza del Popolo y regresar en dirección opuesta por la paralela Vía de los Babuinos, kilómetro 39 tomando de nuevo empedrado que si no vas bien, lo acusas. Además, la subida por el túnel en el peor repecho de la carrera es de las que anima a parar en el avituallamiento del 40 y nutrirse bien para llegar a meta. La meta, este año cambió respecto a anteriores ediciones: antes se llegaba dejando el Coliseo a la espalda y ahora se llega hacia el Coliseo, entrando ante una formación de gladiadores.

Bajo mi punto de vista es el maratón más bonito de los recorridos de cuantos he corrido, el trazado no tiene parangón y la organización es de muy alto nivel. Para repetir estando mejor. Eso sí, como evento en conjunto, Berlín está muy lejos. Habrá que seguir descubriendo nuevos eventos.

En meta, medalla, manta térmica PARA TODOS, bolsa con agua e isotónica, galletas, té… Y UN TORMENTÓN DEL 15 (eso sí, todo sin colas).

Mi carrera. En la salida despedimos a Jen que corría la Stracitadina, luego a Alberto, Pepe y Gerardo y me quedé con Juan. Mi carrera fue lamentable. Mi objetivo estaba en 4:59’59” dado mi historial reciente. Mi objetivo deseable 4h50’. Salí y me encontré cansado (que novedad) y más o menos fui decente hasta al km 18 con Juan esperándome, las típicas paradas meonas, nada nuevo, pero ya en el km 8 estaba pensando en irme para casa. Aún así, como sé que me encuentro mejor cuando llevo rato fui más o menos en línea hasta el km 19. Otra paradita al pis y ahí ya fue un drama pues no podía ni despegar los pies del suelo. En fin fui más o menos de mal en peor pero no de manera regular. Había momentos de peor en los cuales se intercalaba algún mal. En el km 28 hay un repechito pequeño y todo el mundo iba andando así que me animé viendo que yendo a 8’ adelantaba gente (os puedo asegurar que es posible!!!) y poco después tuve que parar por una emergencia (malditos geles caducados) que ya me colocó en suerte para que en el tramo final de adoquines me diesen la estocada final. En el avituallamiento del 40 ya me lo tomé con muuuuuuucha calma, me zampé todo lo que había en las mesas, anduve por el repecho hasta el final del túnel y de ahí a meta ya fui corriendo bien. Fue mi único tramo andando. Como no, acabé reventado (la segunda media calculo que me iría a 2h40 o superior). Se me fue la cosa 5 minutillos…jajajajaja.

Sufriendo como un perro pero llegando a meta.


ESTE PASEO VA DEDICADO A MI AMIGO PEPE, AL QUE ESPERO UN DÍA ACOMPAÑAR EN UN MARATÓN. Eso sí, llegando un par de horas más tarde que él.


Un estupendo fin de semana en compañía de los amigos Juan, Pepe, Alberto y Jen, David. Gracias a todos por los buenos momentos.


Gracias a todos aquéllos que han sacrificado un buen entreno por acompañarme mientras, en la preparación del maratón, me arrastraba por las estepas valdemoreñas, por la CdC o por el PLM.

Y la imprescindible presencia de Jorge y Elena. Sin mis amores nada es posible. Es lo mejor que puede suceder, estar acompañado de los tuyos y disfrutar juntos de un precioso viaje. Perdón Jorge por la paliza a andar que te dimos. Espero que tus deseos formulados a Neptuno se hagan realidad.






Las fotos, tarde o temprano estarán donde siempre (pinchar sobre "mis fotos")
Había que suicidarse para alcanzar la redención, como muestran los Metallica. Ahora les toca a los médicos hacer bien su trabajo y que acaben con este estado cuanto antes. Y a mí hacerles caso…

Hasta la próxima aventura (tic tac).


CREPI IL LUPO

martes, 4 de marzo de 2014

MARATEST BADALONA 2014



Hay ocasiones en las cuales el ocio une recuerdos y despierta sentimientos. En algún momento aflora sobre la piel todo aquello que el día a día esconde. El blindaje de nuestras emociones está por encima de todo. El tiempo (qué tiempo). Ausente, inexistente, juez de nuestras vidas. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Lo cierto es que el pasado es lo único que existe. Arqueología para unos, memoria para otros.

El burro no es de donde nace, sino de donde pace. Aquel profesor de dibujo extremeño se atrevía a afirmarlo ante el grupo de adolescentes que no entendían el significado de la frase. El profundo significado. El mayor de los desarraigos es la prueba más dulce de integración nacionalista.

Por otro lado, hay quien asegura que el individuo pertenece al lugar donde transcurrió su infancia y hasta su adolescencia. Donde crecemos, en general. Ya lo escribió Lola Huete en El País, parafraseando al gran Saramago: “Somos más la tierra donde hemos nacido (y donde hemos crecido) de lo que imaginamos". Lo dijo el escritor portugués José Saramago. Y sí. Somos tierra, casa, cuarto, olores, sabores, sonidos, el árbol bajo la ventana, los cuadernos del cole, los libros, los padres y amigos, lo vivido”. Yo soy de ese grupo. Esta es la razón de que cada vez que regrese a casa, resucite la magdalena de Proust. Esas evocaciones infantiles. Adolescentes. Pre-maduras.

La Bétulo romana. Dicen los avezados que se hallaron restos humanos de la época del Neolítico entre el 2500-3000 a.C. Esa Bétulo romana de población layetana que luchó contra los cartagineses de Emporion, esa que fundó su museo el año 1966. Buen año. Allí donde nací. Donde iba al médico. En esa Badalona suburbio industrial entre señorial y mediterránea y desarraigo inmigratorio.

Esa interminable recta por donde corría de adolescente. De la estación de tren de Sant Adrià a la de Badalona. 2,800 kms justos de raíles por la calle Eduardo Maristany, paralela a la línea de ferrocarril más antigua de la Península, Barcelona–Mataró, cuyo primer viaje de vapor la recorrió en 1848. Esa calle que albergaba innumerables empresas que sospechosamente podían hacer vertidos contaminantes alegremente sus residuos al Mediterráneo. Ese muro industrial de progreso y riqueza para la ciudad que separaba gran parte de Badalona del mar. Y allí, entre ellos, la mítica fábrica de Anís del Mono, de Vicente Bosch. Aún sigue en pie, bien reconvertida en museo.

Esa playa interminable a la cual acudíamos en bici y donde jugamos a fútbol o a vóley-playa e íbamos nadando a la plataforma. Reminiscencias de cualquier tiempo pasado…te ancla a tus orígenes. Esa carretera N-II que pasaba por el centro del casco urbano formando retenciones interminables los fines de semana cuando íbamos al cámping a Malgrat en el R-6. Por la Plaça de la Vila con el Ayuntamiento y el mítico Frankfurt (fem uns bocates?).

Ese Titus…que decir. La compañía de tantas horas de cubatas, tantos amigos, tantos vídeos de baloncesto en la pantalla y…escasos triunfos entre el género femenino. La Rambla de Badalona…

Esos ambientes de extrarradio industrial que bien refleja Javier Cercas en su “Las Leyes de la Frontera” o el gran Javier Pérez Andújar en “Paseando con mi madre”. El cauce del Río Besós, la mayor alcantarilla al aire libre que ahora se ha convertido en Parque Fluvial. El barrio… Amasijo de emociones que estalla en tu subconsciente cuando vas a visitar a tus padres el mismo fin de semana que se celebra una carrera de 30 kms que discurre por prácticamente todos esos lugares que, sólo el mero hecho de pensarlo hace que se ericen los finos vellos del antebrazo. Inscrito.

¿Y la carrera? Ah, pues muy bien, gracias: llanita, muy recomendable y muy bien organizada. Para repetir. Me han faltado las fotos que me gustaría y que me hicieron: con las tres chimeneas de la FECSA al fondo, en la Rambla de Badalona, pasando frente al Anís del Mono... y alguna otra más. Espero poder conseguirlas.

Hala, se acabó el fin de semana. Volvemos a Madrid. La Magdalena de Proust se ha endurecido a pesar del clima húmedo y el burro (que no es Platero ni lector de Saramago) vuelve a donde pace… siendo de donde nace.





 Resucitando este recuerdo adolescente os dejo hasta la próxima. Quién tuvo… ¿retuvo?









Aquel lugar donde caminamos por el lado salvaje. Todo está tan cerca y tan lejos…